Stanovnik: “Vivimos en una sociedad que genera adicciones”
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Para el Arzobispo de Corrientes, la responsabilidad del avance de las adicciones es de toda la sociedad, incluida las familias, el Estado y la Iglesia, y para contrarrestar esta problemática se necesitan de políticas contundentes. En diálogo con época, anunció la radicación de la Fazenda da Esperanza en el interior. También habló sobre Francisco y recomendó un año electoral de educación ciudadana.
Argentina se ha convertido de un país de tránsito a un país de fabricación y consumo de drogas es un debate que ya tiene varios meses, y que se disparó a partir de las expresiones del papa Francisco al respecto.
¿Coincide con el Papa en que la Argentina está cada vez más afectada por el narcotráfico y la sociedad acuciada por el flagelo de la droga?
El papa Francisco así lo percibe y es una realidad que va en aumento. Si el Papa sugiere que es posible que hayamos dejado de ser un país de tránsito, aún cuando no lo afirma sino que lo plantea como probable, es porque tiene información. Es una situación muy grave y exige políticas muy claras y contundentes para contrarrestar esto. Si aún sabiendo que va en aumento, no se toma en cuenta, va en detrimento del bienestar de la población.
¿También percibe que las adicciones van creciendo en nuestra región?
Ciertamente. Hay más personas que caen en adicciones. No sólo respecto de sustancias, sino de todo tipo. El juego, sin ir más lejos, es un tipo de adicción para el cual no hay mucha respuesta para ser atendido. Otra cosa que avanza es la adicción a la tecnología, al celular, a la pantallita. Son cosas que nos dominan, y que no dejan libertad para desprenderse. Nos vuelven tontos.
Además de las advertencias que parten de la Iglesia y la tarea de prevención de las pastorales de adicciones, ¿hay otras iniciativas concretas?
La propuesta de la radicación de la Fazenda da Esperanza en Corrientes está encaminada. Decidieron instalarse en la provincia. No hay una fecha concreta para comenzar a funcionar pero ya eligieron los lugares y habrá un centro de rehabilitación de adicciones para mujeres y otro para varones. Va a estar uno en Santa Lucía y otro en Mercedes. De las hectáreas que había disponibles, eligieron esas, por estar ubicadas sobre rutas principales y también cercanas una de la otra, ya que trabajarán vinculadas. Además, debían ser tierras productivas, para que las personas puedan trabajar en ellas. Nos reunimos los tres obispos, (Monseñor Ricardo Faifer de Goya, y Monseñor Hugo Santiago, de Santo Tomé), y analizamos las alternativas junto a los referentes de la Fazenda. Ellos escogieron esos lugares para instalar los centros de recuperación.
¿Cómo funciona esa experiencia?
Se trata de una organización internacional, vinculada a la Iglesia, pero independiente institucionalmente. Tendrá relación con la diócesis más cercana, que es la de Goya, pero son miembros de la institución quienes llegan para poner en funcionamiento cada centro. Es una experiencia que nació en los años 70, en Guaratinguetá (Brasil), cerca de la ciudad de Aparecida, entre Sao Pablo y Río de Janeiro. Allí, un sacerdote franciscano llamado Hans se encontró con chicos que estaban en la calle, sin hacer nada, y algunos ya habían caído en las drogas. Comenzaron a reunirse y a ver cómo salir. Para eso necesitaron de un lugar, una casa, y una técnica. La experiencia comenzó a crecer, y luego a expandirse. Quienes la llevan adelante son los mismos recuperados que se sientes con vocación de ayudar a sus hermanos y abren otras fazendas. No se expande si no hay recuperados.
¿En qué consiste esa técnica?
Hay que tener en cuenta que fue un franciscano quien la impulsó. Entonces, propone lo que él conoce y vive. Un franciscano vive en comunidad, reza en comunidad y trabaja en comunidad. Sobre esos tres pilares se apoya la fazenda: compromiso comunitario, oración y trabajo.
Quienes forman parte de estas comunidades, comparten la comida, la limpieza y la recreación. En comunidad programan tareas y asuman responsabilidades. Suman la oración, para abrir el corazón desde la experiencia cristiana a Jesús. Él venció la muerte, por consiguiente, todas las adicciones. Y el trabajo es lo que dignifica la vida. Estas tres cosas son las que recuperan, la persona le encuentra de nuevo gusto a la vida. Porque el adicto le perdió el sentido a la vida. Trata de olvidar, no de vivir. Y con la dimensión comunitaria no se está solo.
¿Le parece que serán iniciativas suficientes?
Las recuperaciones llevan semanas y meses. El mismo grupo evalúa a sus miembros. Para no crear expectativas irreales, la propuesta de la fazenda es una gota en un océano. No alcanzará para recuperar a todos los chicos. Pero es importante porque será implementar estrategias para la recuperación de algunos de esos chicos que lo necesitan.
¿Ha visto otras propuestas similares que le parezcan dignas de imitar para la recuperación de personas que padecen adicciones?
No hace mucho leí sobre la Diócesis de San Isidro (Buenos Aires), donde iniciaron una experiencia nueva que llaman centros barriales. Es una acción conjunta entre varias instituciones, entre ellas la Iglesia. En esos centros van a hacer frente a distintas problemáticas sociales. Es muy interesante y también más abarcativa.
Usted siempre insta a reflexionar sobre el tema. ¿A qué se refiere?
Hay que preguntarse si estamos tratando de atacar el síntoma sólo porque vemos que es grave o si también podemos hacernos preguntas sobre las causas.
¿Qué causa tanta adicción? ¿Por qué hay tantos chicos que caen en la droga? Ellos no son los responsables, son una víctima. Hay algo que lo lleva a eso. Tenemos una sociedad que genera adicciones. Que genera adictos. ¿Por qué?
Uno de los inicios puede estar en el matrimonio, en la familia. Seguramente ahí no hay contención suficiente. Pero la problemática supera este ámbito. Y alcanza a la sociedad, eso incluye a todas las instituciones: las iglesias, pero empezando por el Estado, que tiene la responsabilidad del bien común.
¿Qué tendrían que preguntarse quienes forman parte del Estado?
El Gobierno es responsable de la educación, no sólo de la educación formal y de que haya escuelas. Educa de muchas maneras. Por ejemplo permitiendo que haya festivales con conjuntos musicales de los cuales nadie se ocupa de ver qué tipo de letra y música ejecutan. Y en esos espacios también se está educando. ¿Qué pasa con la educación, protege a las familias? Es algo que puede preguntarse. ¿Estamos dando buenos ejemplos? Si todo el mundo sabe que hay mucha corrupción, los chicos aprenden que se puede.
¿Qué pasa en un año electoral con esos mensajes?
Además de ser un momento de elegir candidatos y después poner el voto, no se reduce todo a una urna. Es un año intenso de educación cívica. Lo que se diga, la manera de relacionarse con los candidatos, si se miente o se dice la verdad, son todos mensajes para la población.
El papa Francisco expresó haberse sentido usado por los políticos. Ahora que va a estar muy cerca de Corrientes. ¿Le parece que será una buena oportunidad verlo para quienes viven aquí?
Desde la Iglesia no vamos a organizar nada. Viene a Paraguay y no corresponde hacer una invasión de argentinos. A lo sumo se analiza un posible viaje con la imagen de la Virgen de Itatí hasta Caá Cupé. Recién el año próximo estará en Argentina y todavía en las conferencias de obispos no se habla del tema. Aunque no se descarta que pueda visitar Corrientes, lo cierto es que Juan Pablo II ya estuvo en esta ciudad y quizás se elija alguna otra ciudad del NEA para proponer su visita.
Volviendo a las adicciones, ¿no se genera también cierto fanatismo dentro de ámbitos eclesiásticos?
Entendemos como adicción cuando uno se adhiere a una cosa y esa cosa termina dominándolo. Con una sustancia por ejemplo, donde uno no puede establecer esa relación con libertad.
Las únicas relaciones que liberan son las personales, si se viven bien. No es así cuando la otra persona tiene que ser como yo quiero, eso se hace un infierno, donde se hace un muñeco del otro.
La presencia de Dios en la vida de la persona la hace más libre. Si no lo hiciera más libre, es un ídolo el que se crea, un dios a su medida, una proyección de sí mismo.
Una relación que no produce adicción es la que tiene el ser humano con su Creador.
(I)